
El complicado juego de las notificaciones laborales
Fecha:02/01/2014 | Revista: Info Pluss | Edición: ENE/2014
El correcto desempeño y la efectiva gestión desde cada una de las áreas de una empresa devienen sin dudarlo en una competitivad sostenida. En este marco, en el área que incluye al recurso humano resulta esencial trabajar en construir una relación empleado-empleador sinérgica y provechosa para ambas partes. El tema es que sucede cuando esto no pasa. Compartimos un artículo de la pluma de un especialista que en esta primera entrega, nos brinda elementos para el conocimiento y la reflexión.
El correcto desempeño y la efectiva gestión desde cada una de las áreas de una empresa devienen sin dudarlo en una competitivad sostenida. En este marco, en el área que incluye al recurso humano resulta esencial trabajar en construir una relación empleado-empleador sinérgica y provechosa para ambas partes. El tema es que sucede cuando esto no pasa. Compartimos un artículo de la pluma de un especialista que en esta primera entrega, nos brinda elementos para el conocimiento y la reflexión.
Únicamente en el ámbito del derecho del trabajo se presenta la situación en la que el juego de intercambios telegráficos, requiere la precisión de una partida de ajedrez, donde los jugadores no tienen margen de error al mover sus piezas (postales, para nuestro caso). Resulta asombroso constatar la cantidad de juicios que se pierden, por un error en la comunicación o simplemente, por ignorar las precisas reglas de juego que vienen impuestas por abundante doctrina y jurisprudencia. Pero además, por la velocidad que se requiere en la respuesta de los jugadores, se parece a esa variante del “ajedrez- ping pong” (blitz) donde los trebejos deben ser movidos casi sin respiro.
En el ajedrez no hay un bando “bueno” y otro “malo”, no hay “justo” e “injusto”; ganará quien tenga mayor habilidad para mover las fichas. Ocurre lo mismo en la guerra (a la que el ajedrez evoca). Esos movimientos previos definirán el combate. Decía Sun Tzu: “Lo supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle batalla”. Muchos juicios ya han decidido su suerte apenas concluido el intercambio telegráfico. Se trata de obtener una ventaja, aprovechando los puntos débiles del adversario. Otro genial estratega militar, Carl Von Clausewitz, decía que: “Para que al oponente se someta a nuestra voluntad, debemos colocarlo en una tesitura más desventajosa que la que supone el sacrificio que le exigimos”.
Como si se tratara de un duelo entre David y Goliat, la ley ha dotado de mejores armas al primero, que se supone se encuentra en estado de indefensión frente al gigante. De tal manera el trabajador, que no cuenta con grandes recursos, puede equilibrar su desigual lidia. Como todo torneo entre caballeros los jueces valoran, especialmente, la buena fe de las partes. Ello implica que los requerimientos, y sus respuestas, no pueden ser ambiguos, ni imprecisos.
Durante el transcurso de la relación laboral es, normalmente, el empleador quien cursa comunicaciones a sus empleados, con notificaciones varias (vacaciones, suspensiones, instrucciones, circulares, etc.). En el caso del trabajador la más común es cuando notifica que se encuentra enfermo. Ninguna de esas comunicaciones está sujeta a formalidades estrictas. No nos referiremos a ellas sino a las que giran alrededor de la extinción de la relación laboral. Son raros los conflictos que llegan a Tribunales mientras está vigente la relación laboral: existe un temor cierto del trabajador a formular requerimientos judiciales (inclusive extrajudiciales), hasta que se produce la ruptura de la relación laboral. Entonces, sí; afloran todos los reclamos contenidos (diferencias salariales, horas extras, descansos y feriados, vacaciones adeudadas, enfermedades laborales, etc.). Ya sea que la ruptura se produzca cuando el empleador alega justa causa o que obedezca al despido indirecto del trabajador por incumplimientos patronales, generalmente, se produce un nutrido intercambio telegráfico. Veamos algunos de los principios que rigen esta singular contienda.
1.- Partido por el medio
Cada parte es responsable del medio elegido para notificar. Si yerro en la volea, no es válido argumentar que la raqueta tenía un agujero. Tampoco puedo alegar que el telegrama demoró porque lo envié por la mensajería “El rápido santiagueño”. La jurisprudencia considera que quien elige un medio de comunicación corre con los problemas que el mismo presenta; por ejemplo, que el correo extravíe el mensaje. Sin embargo se considerara válida la notificación (aunque no se haya hecho efectiva) si el destinatario ha realizado maniobras, como mantener el domicilio cerrado o negarse a recibirla.
2.- El que calla otorga (¿o no?)
El silencio no es salud para el empleador. La Ley de Contrato de Trabajo (LCT) le impone responder, en un plazo de dos días hábiles, las intimaciones que le formule el trabajador. Si así no lo hiciera, (dios y la patria se lo demanden), se presumirán como ciertas las manifestaciones formuladas por el empleado. Por el contrario, el silencio del trabajador ante requerimientos de la empresa, en ningún caso puede ser considerado como presunción en su contra que conduzca a sostener la renuncia a cualquier derecho laboral.
3.- Lo pasado pisado
Existe un principio que hace a la propia validez de una justa causal de despido (o de un auto despido), pero que está íntimamente vinculada con las notificaciones. Nos referimos a la denominada “contemporaneidad” entre el hecho injurioso y la comunicación del despido. No existe un plazo legal para considerar válida esa comunicación, lo que pretende la ley es que no sea usada extorsivamente, como una espada de Damocles. La notificación no debería demorarse más de diez días, pero depende de las circunstancias del caso.
La redacción de estas comunicaciones requiere un profundo conocimiento en esta especialidad del derecho, que no siempre es suplida por otros profesionales o por los empleados de los organismos laborales. Hasta un error tipográfico puede convertirse en la causa decisiva para definir una contienda judicial. Como decía el genial maestro internacional de ajedrez, Savielly Tartakover: “El vencedor de una partida es el que comete el penúltimo error”.
Bien, estamos llegando al final del juego, pero para el autor de la nota se justifica un alargue, (opinión seguramente no compartida por el lector), pero -a su pesar- se jugará el próximo número. Carpe diem.-
Fuente: Cra. Melina C. Pardo Berruezo