¿Por qué la inflación se resiste a bajar?
Uno de los problemas más antiguos de la economía argentina y, a la vez, de los que más afectan a los sectores vulnerables.
¿Por qué la inflación se mantiene en niveles altos y, fundamentalmente, por qué se resiste a bajar?
Entre las explicaciones que esgrimen los economistas acerca de las causas de la inflación, es muy común la monetarista, que sostiene que se debe a la expansión monetaria; a esta se suma la que la atribuye al incremento del gasto público. Los economistas reconocen que la inflación también se debe a la inercia, esto es, "hay inflación porque hay inflación" y a las expectativas inflacionarias: como hay inflación, se considera que seguirá y la gente se "cubre" aumentando preventivamente precios, salarios, alquileres, etc.
Está también la explicación de la inflación de costos: suben los precios porque aumentan los componentes de los precios, o sea, los salarios, las tarifas o el tipo de cambio. Los argentinos, para no correr riesgos, echamos mano de todas las teorías, y entonces subimos los precios porque aumenta la cantidad de dinero, el gasto público, el dólar... pero, también por las dudas, si alguno de estos componentes baja, también aumentamos los precios...
Otra posible causa
La inflación es un síntoma, como la fiebre, y es evidente que puede deberse a muchas causas, ya que las explicaciones proporcionadas no son excluyentes entre sí. Sin perjuicio de algunas o todas éstas, la inflación también podría deberse a que, al haberse conformado una parte del espectro productivo de la economía argentina bajo la protección de elevados aranceles, cuando no de prohibiciones directas para importar, las empresas que crecieron al amparo de este diseño generaron estructuras muy poco competitivas -además de haberse concentrado también geográficamente- lo que les proporciona cierta capacidad discrecional para fijar sus precios, con márgenes tan elevados como fuere posible. A lo anterior se le suman ciertos servicios que, con o sin aranceles, no son sustituibles por importaciones, y entonces, ante las subas de costos, una parte del valor de la producción de bienes y generación de servicios es trasladada a los precios.
Por supuesto, en algunos casos, a algunas empresas "se les va la mano", pero aquí entra en acción la inercia y expectativas inflacionarias que hacen que estas empresas se resistan a bajar precios para "cuidar" los altos márgenes de ganancia logrados, y prefieran resignar ventas, cuya caída se considera transitoria, a perder las posiciones logradas. Esta conducta se apoya, además, en la idea de que, de bajar los precios, tal actitud podría ser vista como una señal de que los valores anteriores denotaban poca seriedad, y lo más que se observa es ciertos "combos" muy ventajosos que benefician a unos "pocos" elegidos... que resultan ser todos los clientes.
Por último, hay que recordar que la economía conlleva un esquema productivo en el que rigen las leyes de la Termodinámica, cuyo segundo principio señala que la producción de bienes y servicios se asocia con pérdidas que deben ser cubiertas -la entropía - junto con la producción útil, por los precios de venta, y como la entropía siempre aumenta, los precios de venta, aun sin que medie un proceso inflacionario, aumentan con la producción; esto lo ilustra el hecho de que en la economía mundial "sin inflación", los precios aumentan en casi todos los países, por más leve que sea esta suba. Por supuesto, el aumento de precios que acompaña la producción dependerá del grado de desarrollo de la economía; es decir, del grado de aprovechamiento de los recursos.
¿Cómo se resuelve el problema?
Milton Friedman decía que la inflación es siempre un problema monetario, y si bien, como se ha analizado, circunscribir la inflación solamente a un fenómeno monetario es una exageración o una simplificación- no deja de ser cierto que, disminuyendo drásticamente la cantidad de dinero, la brutal recesión que se generaría dejaría a las empresas en la alternativa de bajar los precios, o cerrar, derrotándose la inflación por aquello de "muerto el perro...".
Sin embargo, es claro que esta "solución", además de ser socialmente cruel, es políticamente inviable y, por fortuna además, innecesaria. En efecto, nada obsta para que, si se admite que en la Argentina concurrirían varias de las explicaciones proporcionadas para la inflación, se actúe simultáneamente sobre todas ellas.
Así, el componente monetario de la inflación puede contemplarse a través de un Banco Central independiente que regule la cantidad de dinero a lo necesario para que, cuanto menos, la tasa de inflación no se acelere en lo que atañe a los factores monetarios, a la vez que genere, con su comportamiento, un cambio en las expectativas de las personas.
Al mismo tiempo, también debería frenarse el gasto público por ejemplo, congelándolo en términos reales -que no crezca más que la inflación- en un esfuerzo simultáneo por llevar a cabo la recuperación de las tarifas de los servicios públicos con un ritmo que minimice su traslado a los precios.
También debería abrirse la economía, permitiendo que ingresen importaciones que compitan con los sectores más concentrados, y convendría, hasta tanto la inflación se reduzca a porcentajes anuales razonables (por debajo de los dos dígitos), proponer también algún tipo de acuerdo entre trabajadores, empresarios y gobierno, de modo de, con un mecanismo de premios y sanciones, se puedan monitorear los cambios en los precios, apuntando a bajar tanto las expectativas como la inercia inflacionaria.
Sin duda, muchas de estas propuestas están siendo llevadas adelante en estos momentos y, probablemente una coordinación de todas ellas respetando la independencia del Banco Central, podría ayudar a que las metas de inflación se alcancen más rápida mente.
El dilatado tiempo que la Argentina ha padecido la inflación -más de 70 años- debería convencernos de que es un flagelo que hay que eliminar cuanto antes, y el primer paso es disminuir las tasas de crecimiento de los precios a niveles sustancialmente más bajos que los que padece la Argentina de hoy. No debería perderse de vista que la inflación, en el fondo, es un impuesto que pagan todas las personas, y al ser el mismo para todos, golpea con mayor crudeza a los que menos tienen.-
Fuente de la Información: www.eltribuno.info